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DonaYa, de un hackathon a empresa social: cómo la tecnología puede democratizar las donaciones en Ecuador

Enviado por rchavez el
Equipo DonaYa, ganador Hackathon BAQ

Por: Roberto Chávez | @lamalaactitud

En un país donde las organizaciones de la sociedad civil enfrentan una de sus crisis más profundas —con menos de un tercio de las ONG registradas en operación y la cooperación internacional retirando fondos sistemáticamente—, un grupo de jóvenes desarrolladores, psicólogos y especialistas en marketing pasó 48 horas en mayo de 2025 construyendo algo que trasciende el código: una propuesta para que donar deje de ser un gesto complicado y se convierta en un sistema accesible y fácil.

La historia de DonaYa, el equipo ganador del Hackathon BAQ “Un clic para alimentar” organizado por Openlab Ecuador, el Banco de Alimentos de Quito y Moderna Alimentos, es también la crónica de cómo los hackathones bien diseñados pueden funcionar como semilleros de empresas sociales que responden a necesidades estructurales del tercer sector. Más allá del premio de $7,000 dólares para desarrollo e implementación, este equipo tomó una decisión poco común: constituirse como empresa y especializarse en llevar tecnología accesible a organizaciones que históricamente han sido relegadas de los procesos de innovación.

El hackathon como espacio de creación colectiva: cuando desconocidos construyen soluciones

La experiencia de Alexis Sotomayor, programador de 22 años y estudiante de ingeniería de software en la Escuela Politécnica Nacional, ejemplifica la complejidad de construir en colectivo bajo presión. "Al principio estábamos dudosos, porque no nos conocíamos y no sabíamos cómo íbamos a cumplir el reto", confiesa sobre el proceso inicial de conformación del equipo. "Entonces no sabíamos cómo organizarnos de la mejor manera. Recién en el hackathon supimos nuestras deficiencias y nuestras ventajas más que todo."

Esta aparente fragilidad —construir con extraños— resulta ser precisamente la potencia del formato hackathon. Como señala Alejandro Llanganate, ingeniero de software que actualmente trabaja para una empresa estadounidense y que lidera DonaYa: "Yo creo que hay tres cosas importantes. Primero, la temática. La temática debe ser lo suficientemente atrayente, debe considerar un aspecto retador. Me encantó que en el caso de Openlab lograron tener retos a nivel tecnológico. pero con una causa social por detrás".

El Hackathon BAQ reunió a más de 90 participantes de ciudades como Ibarra, Latacunga, Loja y Quito durante dos intensos días en la Universidad UTE. Diecinueve equipos trabajaron sobre un problema concreto que trasciende lo técnico: cómo lograr que las personas donen de manera simple, confiable y recurrente al Banco de Alimentos de Quito, una organización que lleva más de dos décadas rescatando alimentos que ya no se venderán pero aún pueden alimentar con dignidad.

La pedagogía del hackathon privilegia el proceso de creación colaborativa sobre la mercantilización inmediata del resultado. Alejandro lo explica desde su experiencia de liderazgo: "Organizar un equipo dentro de un espacio tan acelerado como un hackathon es complejo, es totalmente retador en el sentido de conocer a pocas personas con sus habilidades. Uno comienza a designar tareas y de esas tareas iniciales uno luego cambia y les vas conociendo a las personas con las tareas iniciales que son fundamentales".

El equipo final de DonaYa quedó conformado por ocho personas: Adhisson Cedeño, Julián Narváez, Luis Guerrero y Alexis Sotomayor, como programadores; Lisette Illescas, en comunicación; Alejandro Llanganate, en gestión de proyecto; Camila Tenesaca, en optimización de procesos; y Joel Burbano, en seguridad de plataforma. La diversidad de perfiles resultó fundamental. Como complementa Stephanie Yesca, psicóloga especializada en gestión de proyectos sociales que se integró después al equipo: "El conectar entre temas sociales y tecnología a veces se vuelve fría. Si bien es cierto tiene un alcance mayor, pero el alcance a veces es frío y no es una conexión real. Entonces, con una problemática social como la que se dio en el hackathon de donaciones, da la oportunidad a abrir esas puertas para que la tecnología y las causas sociales se unan con una conexión real."

Ganar, escalar y responder: de prototipo a solución implementable

El proceso de escalamiento del prototipo de hackathon a solución implementable expuso retos que raramente se discuten en estos espacios de innovación acelerada. Estas dificultades no sólo están relacionadas al reto, en sí, sino a temas técnicos, propios de cómo las organizaciones sociales usan las tecnología y que se encuentra limitada al desconocimiento que tienen sobre las herramientas digitales que usan.

Estas limitaciones —que podrían parecer meramente técnicas— revelan algo más profundo: la tensión entre el idealismo de "resolver problemas sociales con tecnología" y las realidades materiales de infraestructura, costos y sostenibilidad. Cada equipo debe negociar con las capas gratuitas de servicios cloud, con las restricciones de red, con la necesidad de demostrar funcionalidad sin tener aún recursos para pagar por servicios premium.

Pero el reto mayor fue comprender la problemática desde su dimensión humana. Stephanie explica el proceso de conceptualización: "Desde mi parte, por mi experiencia, desde siempre me he formado en el ámbito social, entonces compartir eso desde un alcance mayor que te brinda la tecnología fue el reto también como equipo. El decir 'chicos, esto es donar. ¿Han donado? ¿Saben lo que significa? ¿Han donado incluso no solo a nivel monetario sino a su tiempo, recursos? Eso es lo que significa.'"

Esta pedagogía interna del equipo —enseñarse mutuamente sobre donación, sobre el hambre, sobre la realidad del Banco de Alimentos— es lo que distingue un proyecto técnicamente competente de una solución con impacto social real. "Entender desde el inicio las problemáticas sociales, en este caso fue el hambre, fue saber [sobre] el desperdicio, también conectar con eso, empatizar con eso, poder ponernos en ese lugar", continúa Stephanie. "Si no es esa causa social tal vez del hambre, puede ser otra causa. Puede ser la educación, la violencia de género, infinidad de causas. Como DonaYa propone, con varias aristas, cómo ayudar a los que ayudan".

El trabajo con el Banco de Alimentos expuso una realidad incómoda del ecosistema de innovación social: las organizaciones que más necesitan actualización tecnológica son las últimas en acceder a ella. "Es triste que quienes más necesitan, que son las fundaciones o quienes se interesan en este eje social de ayuda, son las últimas que se actualizan", reflexiona Stephanie. "Estas son las últimas a las que tienen acceso a algo que pueda impactar o pueda tener un mayor alcance que es la tecnología. Por lo general eso está obviamente ocupado por lo privado."

La transformación: de equipo ganador a empresa social especializada

La decisión de constituirse como empresa después de ganar el hackathon no es común en el ecosistema de innovación ecuatoriano. Muchos proyectos quedan en prototipos, algunos se implementan parcialmente, pero pocos escalan a empresas formales con misión social explícita.

"DonaYa va a ser esa empresa tecnológica únicamente enfocada a ONGs, no a empresas privadas, especializada en donaciones, especializada en procesos de fundaciones", explica Alejandro sobre la visión del proyecto. La estrategia es clara: democratizar la tecnología para quienes no tienen los recursos para pagarla a precio de mercado. "Nuestros precios son low cost, son precios a medida, son precios con comisión, buscan tener tarifas accesibles para las personas. Por detrás creamos tecnología basada también en herramientas gratis y tratamos crear una cadena de valor que conecte con la causa social."

Esta posición no es solo estrategia de negocio, es también posicionamiento político sobre el rol de la tecnología en el tercer sector. El equipo es consciente de que está operando en un contexto donde la brecha entre quienes tienen acceso a innovación digital y quienes no se profundiza constantemente.

El equipo actual de DonaYa está conformado por siete personas entre estudiantes y profesionales, un "mix" que Alejandro considera fundamental: "No estoy seguro que solo con estudiantes hubiese sido posible. Lo genial es que puedo unir a estudiantes y profesionales. A veces al estudiante se le subestima bastante, soy muy afortunado de encontrar programadores de la talla Silicon Valley, o sea, son programadores muy buenos."

Esta defensa del talento local y la crítica a su subvaloración conecta con una problemática más amplia. Alejandro identifica dos factores por los que las empresas internacionales contratan masivamente desarrolladores ecuatorianos: "Primero, con el dólar obviamente uno puede tener los salarios más accesibles a los ecuatorianos. El ecuatoriano trabaja más, incluso a veces con menos sueldo. No siento que sea la mejor modalidad y eso obviamente favorece al tema económico de las empresas extranjeras. También lo genial de nosotros es que nosotros somos perseverantes. Yo creo que eso sí, hay buenos programadores, el talento de aquí que tenemos en Ecuador es muy grande por esa fuerza de salir adelante".

El hackathon como promotor de talento y soluciones multisectoriales

La experiencia de DonaYa interpela directamente sobre el potencial de los hackathones como espacios de desarrollo de soluciones para sectores tradicionalmente excluidos de la innovación tecnológica. No todos los hackathones logran este resultado, pero cuando el diseño metodológico es cuidadoso —como lo hizo Openlab con el Hackatón BAQ— se pueden generar conexiones que trascienden el fin de semana de trabajo intenso.

A través de espacios de cocreación como son los hackathones, se generan lazos de confianza colectiva con la capacidad de resolver problemas complejos colaborativamente. Esta confianza no es accesoria, es estructural para que proyectos como DonaYa puedan sostenerse después del hackathon, cuando ya no hay mentores disponibles, cuando las horas de trabajo voluntario deben convertirse en tiempo remunerado, cuando el entusiasmo inicial debe transformarse en disciplina operativa.

El contexto ecuatoriano hace especialmente relevante este tipo de soluciones. De las 4,939 organizaciones no gubernamentales registradas en 2020, menos de un tercio se encuentran en operación actualmente. La salida de cooperación internacional —especialmente de fondos estadounidenses que entre 2023 y 2024 llegaban a $250 millones para más de 230 actividades— ha dejado a muchas organizaciones sin recursos para operar, menos aún para invertir en actualización tecnológica.

En este escenario, propuestas como DonaYa adquieren relevancia estructural. No se trata solo de "una plataforma para donar más fácil", se trata de construir infraestructura tecnológica accesible para un sector que históricamente ha sido relegado de la innovación digital. "Ayudar a los que ayudan de manera tecnológica pero con una conexión real", resume Stephanie, la misión. 

La experiencia deja también lecciones sobre qué tipo de hackathones pueden generar impacto sostenible. No basta con reunir programadores talentosos y darles un problema técnico. Se requiere diseñar retos que conecten con causas sociales reales, facilitar la conformación de equipos multidisciplinarios, proporcionar mentoría especializada, garantizar acceso a datos e infraestructura, y —crucialmente— ofrecer mecanismos de incubación posteriores que permitan escalar las soluciones.

El premio de $7,000 dólares que recibió DonaYa no es solo un incentivo monetario, es la posibilidad de dedicar tiempo remunerado al desarrollo, testeo e implementación de la solución durante tres meses. Esta continuidad es lo que diferencia un prototipo que queda en el pitch de una herramienta que efectivamente se implementa y genera impacto.

Democratizar la tecnología: un compromiso con el tercer sector

El discurso de DonaYa sobre "democratizar la tecnología" no es retórica vacía. Es un posicionamiento político sobre quién tiene derecho a acceder a innovación digital de calidad. En un mercado donde las consultorías tecnológicas cobran decenas de miles de dólares por desarrollar plataformas que las organizaciones sociales no pueden pagar, proponer un modelo de precios accesibles, tecnología basada en herramientas libres y comisiones ajustadas a la realidad del tercer sector es, efectivamente, disruptivo.

Sobre las necesidades tecnológicas de las organizaciones sociales en Ecuador explica Alejandro: "Hay muchas que están generando valor, muchas no conocemos. El Banco de Alimentos tenía veinte años operando, y fue triste que el diez por ciento (de las personas) capaz no lo conocía. Entonces, nuestra idea también es potenciar a las organizaciones".

El equipo mantiene canales abiertos para contacto a través de su página web www.donaya.app y redes sociales (LinkedIn e Instagram como "DonaYa"). La estrategia es clara: posicionarse como el aliado tecnológico especializado en el tercer sector ecuatoriano, construir casos de éxito con organizaciones como el Banco de Alimentos, y escalar progresivamente la solución a otros espacios.

La historia de DonaYa demuestra que los hackathones pueden ser mucho más que eventos de innovación de fin de semana. Pueden funcionar como semilleros de empresas sociales que responden a necesidades reales de sectores históricamente excluidos de la innovación tecnológica. El éxito no se mide solo en si el prototipo funciona técnicamente, sino en si logra escalar hasta convertirse en solución sostenible que efectivamente democratiza el acceso a herramientas digitales de calidad.

En un país donde el tercer sector enfrenta una de sus crisis más profundas, propuestas como DonaYa no son solo soluciones técnicas, son apuestas políticas sobre qué tipo de tecnología queremos construir y para quién. La pregunta que queda es si Ecuador está dispuesto a fortalecer este tipo de iniciativas o si seguirán siendo casos excepcionales en un ecosistema que privilegia la innovación para mercados con mayor capacidad de pago.

 

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